Moschino, una historia de exageración, ironía y humor
Las colecciones de Moschino son imposibles de entender sin conocer la marca. Y es que detrás de tanto color, extravagancia, prenda imposible e, incluso, carnaval, hay una razón de ser.
Moschino fue fundada a principios de los 80 por el italiano Franco Moschino, un diseñador que venía a romper con la moda conservadora de la fecha con la intención de, según sus palabras: “Crear trajes económicos, útiles y prácticos. Con ese aire de desenfado e ironía que tanto necesitamos todos”. Venía a poner el mundo de la monda del revés, a provocar y a no pasar desapercibido. Antes, había trabajado como ilustrador para Gianni Versace y este lo animó a lanzarse a la aventura de crear su propia marca.
Moschino diseñaba para criticar la industria de la moda y sus jerarquías anticuadas. Parodiaba la Alta Costura sin temer, ni siquiera, a las grandes firmas ni a sus iconos intocables, como por ejemplo el emblemático traje Chanel, que copió sustituyendo los lujosos materiales por otros más asequibles.
Ante todo, Moschino era (y es) divertido, pero no todo era humor, también había buena costura, él mismo dijo: “La ropa, aunque sea divertida, tiene que estar bien hecha. Es sencillo ser divertido con una camiseta, pero es más inteligente si lo haces con un abrigo de visón. Después de todo, si el caviar fuera barato su sabor no sería interesante». Puede que por ello el diseñador se considerara a sí mismo más artista o publicista que diseñador, y la prensa lo llegara a comparar, en no pocas ocasiones, con Jean-Paul Gaultier .
Su etapa de los 90 es famosa por sus campañas publicitarias al más puro estilo Benetton. Una suma de sensibilización social, críticas a su propia industria y humor. Y es que Franco estaba concienciado con temas que ahora damos por sentados, pero entonces no. Cambió las pieles naturales por pieles sintéticas, lanzó una línea de materiales sostenibles y donó dinero a organizaciones para niños infectados con VIH en épocas en las que no era lo habitual. Tenía los ojos abiertos a los problemas del mundo, incluso a los de su propio mundo. En una entrevista en 1989 llegó a decir lo siguiente: “La moda es vulgar. Estar a la moda no es algo positivo. Hablemos de algo que valga la pena. La moda mata a la gente. Como diseñador tengo que convencerte de cambiar tu pelo, o las gafas que llevas y eso te convierte en un títere».
Desgraciadamente, Franco Moschino murió a los 44 años por complicaciones derivadas del SIDA en 1994 y la dirección creativa de la firma pasó a las manos de su antigua ayudante, Rossella Jardini. Después, la firma estuvo un tiempo en letargo hasta que en 2013, y bajo las riendas de su entonces nuevo director creativo Jeremy Scott, volvió a resurgir.
Hoy en día Jeremy Scott sigue al frente de Moschino y parece que la decisión fue inmejorable. Puede que la gran diferencia entre Jeremy y Franco sea que al Moschino de ahora le falta algo de esa reivindicación y política de sus inicios, pero sin duda ha sabido seguir con la esencia divertida y exagerada de la casa.
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