El fast fashion y las copias al lujo, ¿son realmente un problema?
Copiar la ropa de las marcas de lujo no es nada nuevo. Antes de que cada ciudad del mundo tuviera un Zara, las clientas que querían algo parecido a lo que veían en las revistas se lo hacían ellas mismas o se lo encargaban a una modista, no sería una copia exacta ni llevaría logos falsos, pero el diseño, en si mismo, era una copia.
Todo esto cambió cuando llegó el fast fashion y se produjo lo que se conoce como la “Democratización de la Moda”, que básicamente consiste en que todo el mundo vista las tendencias que marca el lujo sin necesidad de llevar lujo. Así, hoy en día, cualquiera puede llevar un diseño de Valentino o de Dior si no le importa demasiado que no sea realmente de Valentino ni de Dior.
Esto, por raro que pueda parecer, beneficia a la marca copiada. Pensemos un poco, ¿si no tuviéramos ninguna manera de llevar algo ni mínimamente parecido a Chanel, qué interés tendría para nosotros Chanel como tal? Al no consumirla (aunque sea en copias) no nos interesaría para nada, y la firma perdería su poder. Esto, obviamente, no se aplica a las pequeñas firmas que copian los grandes del fast fashion, esto va de las grandes firmas de lujo.
Partamos de lo más básico: ¿Qué es el lujo? Un producto de lujo es básicamente algo que todo el mundo querría tener pero solo unos pocos pueden permitirse. Por un lado debe ser exclusivo y prohibitivo, algo que se consigue simplemente poniéndole un precio alto. Pero, por otro lado, ese precio se tiene que justificar con la otra pata: todo el mundo tiene que quererlo. Para ello, es importante que nos interese la firma, que lo que diga se convierta en tendencia y que todas quieran ser ella, por lo que que la copien les viene de perlas. De este modo, en este juego todo el mundo gana y la gran industria de la moda no para de producir.
Jacquemus Zara
El problema se da cuando la máquina se ha puesto a tales revoluciones que tenemos la necesidad de comprar cada mes, porque lo que compramos el anterior ya no está de moda. Necesitamos pagar poquísimo por cada prenda y llenar el armario hasta arriba. No nos engañemos, esto es algo que le ocurre tanto el consumidor de fast fashion como al del lujo, solo hay que ver el armario de Chiara Ferragni o cualquier otra para ver como la ropa, por muy de lujo que sea, esta amontonada. Por ello, para mantener toda esta cadena, los precios del fast fashion deben ser irrisorios y ahí es donde entra la mano de obra baratísima de Bangladesh y el término “democratización” pierde todo el sentido, ya no todo el mundo gana, y la industria se tambalea. Y eso es lo que se está intentando cambiar hoy en día, porque el problema no es copiar el lujo porque no nos lo permitamos, sino abrir un armario a rebosar y no tener qué ponernos porque ya ha pasado todo de moda.